Hace unas semanas estaba viendo un documental de Arqueología, muchas cosas interesantes, ¡el pasado tiene tanto que enseñarnos! Sin embargo, no fueron esas fantásticas civilizaciones las que llamaron mi atención, fue más bien un detalle fútil. Los expertos hablaban de la datación por los anillos de los árboles o (disculparán tremendo término técnico) dendrocronología. Éste método consiste en hacer cortes transversales en añosos árboles y estudiar los anillos que se van formando bajo sus cortezas, reflejando las condiciones climáticas en las cuales han crecido. La humedad adecuada produce anillos anchos, la sequía produce anillos estrechos. ¡Cuán exacta puede ser la Madre Naturaleza!
Mientras en la pantalla desfilaban devotos científicos, con graciosos pantaloncillos cortos hurgando en el lodo, yo me quedé maravillada con la idea de poder medir el tiempo con sólo observar unos anillos, silenciosos testigos de los vientos, los calores y las tormentas. Me preguntaba si nosotros, desorientados mortales, tendríamos algo parecido debajo de nuestras cortezas...
Me deleito ahora en la posibilidad de hacerme un corte transversal; para ver mis anillos, para recordar mis climas, mis sequías, mis tormentas. Sería más sencillo calcular que tan vieja o añosa debo ser, qué datación me corresponde por naturaleza. A la larga esos números que usamos son un instrumento engañoso.
Luego del documental, mi curiosidad me llevó a investigar más acerca de esto. Mi fuente explicaba que no sólo se observan los anillos de un árbol y se calcula su edad de acuerdo a eso, si no que se lo puede tomar como referencia para hacer cálculos acerca de los otros árboles que habitan la misma región, ya que han crecido bajo similares condiciones climáticas. Me pareció simpático que podamos calcularnos nuestras edades naturales colectivamente. Preguntarnos ingenuamente: ¿Parece que tú y yo tuviéramos la misma edad? ¿Cómo ha estado el clima en tu vida estos últimos treinta años? A lo mejor encontramos un montón de coetáneos y la empatía que estábamos buscando para comprender la locura de nuestros climas privados.
Aprendí muchas cosas acerca de la dendrocronología (sentidas disculpas por utilizar este tecnicismo nuevamente), entendí también que como todo método de medición no es ni perfecto ni exacto. Existen hormigas que viven dentro de los árboles, que con sus galerias destruyen anillos completos y hacen imposible la datación. Ojala nosotros no suframos de semejantes plagas, pestes que nos hagan olvidar nuestros meteorologías.
Ojala que por muy malo que haya estado el clima de nuestra vida, recordemos que han sido sus inclemencias y sus bondades, las que nos han hecho robles, cipreses, ceibos y sauces. Ojala seamos añosos, felices y sabios árboles.
Esta entrada para esos seres fantásticos que son los árboles... ah y Gracias a la Wikipedia por enseñarme sobre datación.
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3 comentarios:
Fantástico. Y fantástica la experiencia de leer. Me ha gustado muchísimo verme, si tengo círculos por dentro... o mejor dicho, anillos, ¿verdad?
Creo que la capacidad de misericordia la comprendo en cuanto podamos conocer el clima ajeno. Por más que el trabajo y el esfuerzo sea el resultado de una voluntad de diferentes tonos, ¿qué se puede hacer ante una tormenta que te venza? Algunos la han tenido a fácil, ¿y al que le tocó huracán? Por ahora, no tengo respuesta a cada uno de mis conflictos con el árbol ajeno. Mejor me quedo divertido mirando mi reloj déndrico.
Gracias por la entrada. Un poquito más y puedes escribir un libro de auto-ayuda. Jajaja.. fue una broma. No te lo tomes a mal.
¡Éxitos!
En Discovery, (La cultura general moderna) vi que no solo hacen eso con los Árboles, También con la Tierra y hasta con el Hielo. Cuentan historias a través de las capaz. A los que pueden ver el Aura habría que preguntarles sí lo que ven es más o menos así.
¿Aló?
Buenas, ¿con la dueña de este blog, por favor?
Don Esperanzo le envía sus saludos porque la doña al parecer me abandonó.
Saludos y devuelva la llamada pronto.
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