lunes, 26 de noviembre de 2007

Mi cansancio

Creo que últimamente me he dado el lujo de sentirme cansada. Muchos podrían pensar que no hay nada de lujoso en sentir que las fuerzas se te acaban, que te aburres, que ya no das más; pero para mí no hay lujo más grande que nos podamos dar, que ese de levantarnos un día y decir solemnemente:¡Estoy cansada!

Quisiera decir que estoy cansada por que he estado trabajando muy duro, quemándome las pestañas estudiando o haciendo cosas en la casa, pero para qué mentir tan descaradamente. No tengo ese cansancio digno de la gente que ha invertido sus energías en alguna noble causa y simplemente necesita un descanso para recuperarse. No, como les decía mi cansancio es un lujo

Es un lujo, porque estoy cansada de pretender que las cosas me están saliendo como las planeé o peor aún como las soñé. Es un lujo, porque sólo cuando somos capaces de decir: ¡Qué vida de mierda que estoy viviendo! es cuando empezamos a escribir las mejores páginas de nuestra historia.

Es un lujo sentirme cansada de buscar el amor, porque desisto de ese frenesí que conlleva pretender que otro corazón sintonice con el mío; ese ejercicio de traducción imposible, que implica decodificar el lenguaje de otro en términos que tengan sentido para mí. Es un lujo, porque sólo después de este cansancio va a ser posible el amor que todos queremos, ese que no tenemos que buscar.

Es un lujo cansarme de agradar a los otros, porque la vida es un carnaval gracias a ese odioso deporte que a todos nos toca practicar, esa danza cortesana en la que todos somos tan bien portados, tan gentiles, tan mentirosos; que casi ni recordamos el color de la espontaneidad. Es un lujo descansar de ser otras para intentar ser yo de una vez por todas.

¡Qué delicioso lujo mi cansancio! Me promete horas de descubrimiento, caminos no transitados y probablemente uno que otro cuasi amigo muy sorprendido y resentido, pero los resultados valen la pena el cansancio y voy a estar atenta para nunca más sentirme descansada otra vez.

martes, 20 de noviembre de 2007

Mis 24 horas de ausencia

Tanta ausencia de mi planeta ha sido fruto de la pura negligencia. Tela que cortar hay bastante, pues la vida sólo se nos pone aburrida cuando nos lo proponemos, en estado natural es un delicioso enredo de tragedia y comedia.
Tenía temor de sentarme a escribir, porque no sabía si mi pericia de cronista, daba la talla para pincelar las toneladas de demencia y falta de compostura que he vivido durante estos últimos meses. Pero la aprehensión se diluyó cuando comprimí todos esos recuerdos en 24 horas; ya que a la larga, por más que nos empeñemos no somos tan originales, los días se nos parecen todos. La pasión, la tristeza, el entusiasmo y el descubrimiento se nos presentan en nuestra puerta una y otra vez, con sus mismas caras de siempre. La vida es bella porque aunque se repite, nunca se parece a sí misma.
Las cuatro primeras horas de la madrugada
Que misterioso éter se respira en la madrugada, qué ligeros de equipaje nos sentimos a esas horas (tan tarde o tan temprano, nunca sé). En mi ausencia durante estas horas de bruma he vivido tantas cosas, sonrío, ahora es cuando me siento tan torpe al querer articularlas aquí. Sin embargo su recuerdo, su latencia es tan viva, que me atrevo de todas formas, aunque pálido me parece un retrato interesante.
Y han sido horas llenas de confidencia, enredo intelectual y mucho desahogo, todas estas criaturas que habitan ese extraño planeta llamado amistad. Que ni encontré la verdad, ni solucioné ni un maldito problema; pero cómo se me alivianó el corazón después de estas maratones. (Gracias Mago y Querida Hermana, sus imperturbables corazones son los únicos que se calan toda la polución que aqueja mi planeta a veces)
También estas oscuridades han sido testigos de todo el trabajo que de no muy buena gana siempre nos toca hacer. Y aquí me solidarizo con todos aquellos corazones erráticos que se ven obligados a mil y un tareas totalmente profanas (trabajar en una tesis, balancear la chequera, estudiar para un examen, preparar clases) que se han atrevido a alejarnos de nuestro utópico mundo de palabras. Fue un cansancio extraño, pero satisfecho. Que no se diga que los soñadores no sabemos como lidiar con una buena dosis de practicidad.
Finalmente, uno de mis momentos favoritos en estos últimos meses: la pasión y la dulzura, que me llegaron inadvertidamente juntas, muy confianzudas a tocarme la puerta a estas horas, en el lugar más inaudito, cuando no las veía venir. Sólo quiero decir GRACIAS, porque esos cócteles peculiares no se le olvidan a uno tan fácilmente, se le quedan en el corazón para siempre para volverlos a recordar cuando nos dé la gana, cada vez más diferentes y mejores. (Gracias Poeta por invitar a Fito y por no quitar las fotos del papa)
Estas son las mañanitas...
Pareciera que en la mañana no pasara nada. Una se levanta, se embarca en esa danza sosa de la rutina y se prepara para que la vida siga igual. Va al trabajo, hace lo que tiene que hacer; pero si se permite un poquito de travesura, la mañana se vuelve novela, elegía, verso.
Durante estos meses me he hartado el corazón y la vista observando a la gente. He visto cosas bellas en las paradas del metro (miradas dolorosamente dulces, apatías rabiosamente intensas) y escuchado cada disparate cuando converso con la multitud de gente que sin darnos cuenta se nos cruza en el camino, para embotarnos mutuamente la memoria y el recuerdo.
Pareciera que en la mañana no pasa nada, pero durante estos meses he podido comprobar que la mañana es una buena profecía de como viene el día y es un diáfano lago para mirarnos el ánimo, porque cuando una empieza la jornada con determinado pie (no estoy segura si es siempre malo hacerlo con el izquierdo) con ese mismo seguiremos dando tumbos o rabiando durante el resto de la tarde, que en eso los seres humanos somos de lo más mecánicos.
El sol canicular de todas estas tardes
Las tardes han estado lentas, parece que es su derecho ser así, calurosas y hasta un poco pendejas. Sin embargo no se por qué siempre he tenido la impresión de que es esa modorra, la que motiva nuestras ideas más geniales (o perversas, que a veces es lo mismo) porque siempre al terminar la tarde una se encuentra con todas las ideas y planes, como si se le hubieran estado fermentando en voz baja, no se si en el corazón o el estómago.
Y mis tardes han estado llenas de proyectos en reposo y locuras latentes, probablemente todas ellas virus de pasiones intelectuales inacabadas. Y aún ahora, talvez fruto de estas tardes de erudicción virulenta, me han dejado esa fiebre que sólo se calma cuando parimos a esos hijos tan deseados hechos de pensamiento y de palabras. (¡Gracias Platón por tu mundo de las ideas!)
Las noches de ronda
Al fin, con la noche acaba mi crónica. Menos mal porque recordar no es algo que se haga sin funestas consecuencias, pues la memoria es una amante infiel, que miente descaradamente, endulza y amarga con exageración.
He conocido mucha gente, abrirse a ese escurridizo mundo social ha sido para mi una experiencia deliciosa. La gente, sus coloridas avenidas mentales, sus neblinosos corazones son parajes paradisiacos para esta curiosa de la naturaleza humana.
Me he reido mucho, he visto mi rostro reflejado en todos sus espejos y me he sentido hermana de tantos pobres corazones.
Mi momento favorito de mis noches: ese café feliz, esa conversación traviesa que sólo se dá entre dos que se gustan mucho con el cerebro y con las hormonas. Esa velada repleta de lo hipotético, de peligrosa cercanía (no de cuerpos, sino de historias y corazones) y destellos imperceptibles en idiomas que todavía no aprendemos a descifrar. Exquisita, perfecta y sofisticadamente apasionada, ese bendito café que se demoró tanto en llegar. (Gracias querido por tu inteligente mirada sobre mi aquella noche)
Esto es todo lo que tenía que contarles, despues de cinco meses de ausencia. Ya se que muchos esperaban una bitácora digna de un submarino, pero que se le puede hacer, aquellos que como yo nacieron atrofiados en su capacidad de recordar (y contar) las cosas tal y como sucedieron, no les queda más remedio que surcir sus relatos con los retazos coloridos de sus potentes corazones. Mil disculpas.