lunes, 14 de junio de 2010

Práctica budista en el parque infantil

El desborde como siempre, sino ¿cómo se escribe? La vida nos consigue vitaminas inesperadas y sólo nos queda ser organismos absorventes, nutrirnos de su sábila un segundo antes de estar demasiado hambrientos como para comer.

Hace muy poco, llegaron a mí milenarias enseñanzas budistas, luego de escucharlas atenta, con toda la buena voluntad del mundo dije: lo siento, eso es muy difícil, no se cómo se vive en el minuto presente, no se como habitar en una mente sin pasado, no puedo dejar de invitar fantasmas a mi casa. No se vivr en esa eternidad de la que ustedes hablan.

Sin embargo, la vida nos tiende trampas, nos mejora el jarabe y nos lo tomamos sin darnos cuenta. A mí me endulzó el tantrayana, con una mañana sin sol en un parque.

Llevé a mi pequeña a jugar, aprovechando aquel clima benévolo de ayer en la mañana. Mucho me temo que al pretender recordar aquí, la frescura de aquel momento, estaré traicionando un poco todo lo que viví. Ese el riesgo y el lujo del lenguaje.

En mi cabeza, como de costumbre, bullían mil pensamientos, habitantes de todos mis tiempos, barullos incesantes de las preguntas que ya me he contestado. Ahí estaban ellos y allá estaba ella, mi bella ardilla de cinco años, bulléndole sólo la vida, adentro y afuera.

Recordé al imposible momento presente (¡y vaya si esto que acabo de decir, no es una graciosa contradicción!) y mandé a callar a todos mis espectros, sin gritos, ni violencia, sólo, shhhhh.

Ahí de golpe, con esa magia sincrónica del minuto, unos golpecitos rítmicos en latón, el retumbo de su risa divertida, el viento, ella encaramándose en la resbaladera, todo al mismo tiempo, de una manera que ya no puedo contarles aquí. Si pudiera, tendrían un pegoste de palabras, un manchón, que no se parecería en nada a la magia de ese momento. Al recordar nos toca, conformarnos con un pedacito de vida que viene después de otro y ya no podemos ponerlo todo junto, sin hacer un manchón.

Ella, la budista natural, la feliz, la eterna, me regaló muchas más cosas. Torrente que yo recibía a intervalos, porque ya me he olvidado de cómo se vive así, no por pedazos, sin hacer manchón, con la perfección del todo, orquestándose sinfónico y hermoso, dejándonos sin aliento y sin esperar o recordar nada.

Jugamos escondidas y sus dos lazos rojos, la delataron como mariposas entre los arbustos. Olimos flores y ella quiso llevárselas a casa, yo pregunté para qué, pensé que querría recordar, sólo quiero olerlas para siempre mamá. Yo sólo pude saludarla con toda la reverencia de mi corazón, a su sabio y joven espíritu. Alcancé a regalarle un beso en presente.

Cansada me senté en una banca, pues mi espíritu no está acostumbrado a tanto instantáneo, le dije que vaya, que siga disfrutando, pero tú no estás disfrutando conmigo, me reclamó. Por lo que resignada seguí siendo feliz, un ratito más.

El Kun Kyab Lama, o “Todo lo que existe es tu maestro" es una tipo de maestro según el tantrayana, que significa que cualquier cosa o ser sintiente te puede enseñar. Un enemigo es tu maestro. Un amigo es tu maestro y una persona neutral, también. Lo que te pertenece es tu maestro, lo que no te pertenece es tu maestro, también, hasta las cosas aparentemente inanimadas lo son.

Por eso, me inclino con devoción ante los columpios, árboles y piedras, palitos, ramas y hojas y ese bello domingo, que prometo no recordar nunca más...



Esta entrada está dedicada al Tulku Lama Lobsang y sus enseñanzas que no fui capaz de recibir en un principio, a mis amigos budistas y a mi maestra Rafaela.

miércoles, 13 de enero de 2010

Facebook, las etiquetas, las fotos y la identidad

Me había resistido a Facebook con todas mis fuerzas, tiempo atrás amigos muy queridos me habían sugerido que entre, que era entretenido y yo, nada, como si se tratara de una cuestión de principios (aunque entonces, no entendía muy bien cuales exactamente).

Hace unos días cree mi cuenta en ese monstruo de las redes sociales, acompañada del entusiasmo de algunos de mis amigos súper fanáticos y súper expertos en la materia (algunos de ellos incluso me han prometido cursos de orientación). He comprobado efectivamente lo entretenido y adictivo que este mundo es. Entonces ¿a propósito de que venia toda mi resistencia?

Alegaba como primera razón el asunto de la privacidad, me horrorizaba el hecho de que cualquiera pudiera tener acceso a mis fotos. Fotos que cuentan pedazos de mi vida, tan importantes, que he querido perennizar. Y ahí estarían, tirados en el cyber espacio, para que cualquier hijo de vecino, voyerista, pudiera profanar.

Por otro lado, cuando me explicaron el asunto del perfil, pensaba indignada que no me iba a dejar reducir a un grupito de palabras: loca, divertida, acuariana, cafeinomana, beatlemaniaca, etc. Pues muy digna y trascendente pensaba, yo soy mucho más que esas cosas.

Sin embargo, luego de empezar esta aventura y verme envuelta en las dinámicas del Facebook, me di cuenta de cuan ingenua había sido. ¡Las personas nunca dejamos de ser personas! No importa el medio, los canales. ¡Somos personas y no podemos evitarlo!

Me incomodaban las etiquetas de Facebook, cuando en mi vida diaria ando muy contenta con todo tipo de etiquetas que mis amigos y también, los hijos de vecinos, me han puesto, que digo otros, ¡yo misma! Es curioso como en la vida "real" no me incomoda reconocerme y que me reconozcan como: loca, divertida, acuariana, cafeinomana, beatlemaniaca, etc. Facebook solo lo hace tangible.

Ese complejo mundo de interacciones entre personas y grupo de personas, Facebook lo ha copiado del "mundo real". Las preguntas pendejas que les hacemos a nuestros amigos (o a cualquiera que se deje) todo el tiempo. Cuando pensamos que un amigo nuestro se puede llevar estupendo con otro y los presentamos o los referimos. Cuando les contamos a otros de esa película tan buena, de esa canción, de ese libro. Cuando enarbolamos nuestras causas ante nuestros amigos, porque ellas nos definen, no importa si es salvar a las ballenas o que no le cambien el nombre al malecón. Cuando ensayamos filosofías desde los griegos hasta El Chavo.

Facebook nos ha regalado la inmediatez, la increíble posibilidad de que un amigo a kilómetros de distancia sepa, al minuto que se te ocurrió, que ya no te gusta la Coca sino la Sprite y también sepa, que tú ya no crees en lo que antes los dos creían; es decir todo, lo profano y lo sagrado.

También nos ha mejorado la exactitud, para no seguir diciendo cosas como: Esa película buenísima donde actúa ese como se llama, bajito gordito, que estuvo en esa otra comedia nisecuantito y que creo que lo nominaron para el Oscar). Nos ha permitido remitirnos con precisión a las palabras de ese poema, que nos conmueve tanto, pero que nunca logramos recordar.

Así que mi resistencia era totalmente injustificada, Facebook es la vida misma, Facebook es nosotros, siendo lo único que sabemos ser, personas.


Me hace gracia pensar en que si alguna vez dominamos la comunicación telepática, seguramente repetiremos nuestras interacciones: bloquearemos los pensamientos de los indeseables, llamaremos telepáticamente a los entrañables en tiempos felices y no tan felices y probablemente, también preguntemos tonterías como: Si tu fueras un caballito de mar ¿de que color serias?

Esta entrada dedicada a mis amigos: Mirna, gracias a tu insistencia estoy en esta onda. Jota, porque a las pruebas te remites y Gus, ya no perderas tanto tiempo en explicar, solo comentaremos las fotos