martes, 20 de marzo de 2007

Mientras más te acercas, menos me conoces

Emily Dickinson, una poetisa del siglo diecinueve. Una mujer, que tuvo el coraje de enfrentar sus demonios y sus musas y permitió a su corazón debatirse entre compostura y subversión.
Sus poemas nos comunican un remanso, un deleitarse en la vida y al mismo tiempo nos entierran un aguijón de realismo, cuando comprendemos que las intrincadas selvas, caudalosos ríos, imponentes montañas, que habitan nuestro planeta, bien pueden ser reflejo de las geografías interiores. Hermosas, salvajes y al final también, insondables.


Comparto con ustedes este fragmento de uno de sus poemas

Pero la naturaleza es extraña todavía
Los que la citan más
Nunca han pasado por su casa embrujada
Ni han descifrado sus fantasmas

Compadecer a aquellos que no la conocen
Se compensa con el pesar
De que aquellos que la conocen
La conocen menos, mientras más se acercan


Bellas líneas, repletas de romanticismo y respeto por esa Madre terrible y generosa que es la Naturaleza. Y a la vez, crudas líneas, que nos recuerdan que lo verdadero es inefable. Pues lo que somos, es también generoso y terrible. Y nuestros fantasmas - ¡tantos que nos habitan!- son igual de indescifrables

Debido a esto, cuántas veces los más cercanos, son los más equivocados. Cuántas veces, los más amados son los que más nos limitan, nos predicen.

Es pasmoso darnos cuenta, como en nombre del amor y bajo custodia de los que más amamos, a veces nos dejamos encerrar en las más bellas prisiones. Respecto a esto exclamaba ese místico poeta. Kalil Gibhran, “Todos los que nos comprenden, nos esclavizan un poco”

Ojala algún día nos encontremos cómodos en nuestras selvas inefables y el amor sea exclusivamente, una travesía temeraria por esas latitudes desconocidas.

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